En pleno corazón de la Judería, a escasos metros de la Mezquita-Catedral, se esconde uno de los rincones más singulares y fotografiados de Córdoba: el Callejón del Pañuelo. Su nombre se debe a que, en su punto más estrecho, apenas cabe extendido un pañuelo.
Este pasadizo, que mide poco más de medio metro en su tramo más angosto, desemboca en un minúsculo patio empedrado con una fuente y macetas, creando una atmósfera íntima que parece suspendida en el tiempo.

Por Xavier Estruch – Flickr: 20120519201 Calleja del Pañuelo, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29167010
Un azucaque andalusí
El Callejón del Pañuelo es un ejemplo perfecto de lo que en la Córdoba andalusí se llamaba azucaque (del árabe al-suqaq, “callejón sin salida”): un pasaje angosto que terminaba en un espacio cerrado o patio comunitario, reservado casi exclusivamente a los vecinos que allí vivían.
Su diseño respondía a varias necesidades:
Privacidad: limitaba el paso a extraños, ya que no era un lugar de tránsito, sino de vida vecinal.
Clima: la estrechez creaba sombras constantes, manteniendo la temperatura más baja en verano.
Seguridad: en caso de amenaza, un azucaque podía cerrarse fácilmente con una puerta o portón.
Un lugar de convivencia
En el caso del Callejón del Pañuelo, el patio final era un pequeño centro de reunión donde los vecinos conversaban, cuidaban las plantas y aprovechaban el agua de la fuente. El sonido del agua y el aroma de las flores eran parte del día a día, y aún hoy transmiten esa sensación de paz.
Otras azucaques de Córdoba
Además del Callejón del Pañuelo, Córdoba conserva otros ejemplos de calles estrechas y sinuosas, como el Callejón de la Hoguera, Callejón de la Luna, el Callejón del Toril o la Calleja de las Flores. No todas son azucaques, pero todas comparten ese diseño urbano heredado de un urbanismo medieval.