Su figura sigue atrayendo peregrinos al lugar donde reposan sus restos, símbolo de espiritualidad, silencio y tradición cordobesa.
El Beato Álvaro de Córdoba (1360-1430) es una de las figuras espirituales más destacadas de la historia religiosa cordobesa y andaluza. Fraile dominico, predicador incansable y profundo devoto de la Pasión de Cristo, se le reconoce por haber introducido en Europa el primer rezo del Santo Vía Crucis en Occidente, cuya práctica se asentó en el Convento de Scala Coeli, fundado por él mismo en las estribaciones de Sierra Morena.
Nacido en Córdoba, ingresó en la Orden de Predicadores (dominicos) y muy pronto destacó por su vida de austeridad, su capacidad oratoria y su empeño en acercar la fe a los fieles de forma sencilla y comprensible. Tras recorrer diversos lugares de Europa en misión evangelizadora, volvió a su ciudad natal y se retiró a la sierra, donde fundó hacia 1423 el convento de Scala Coeli —hoy conocido también como el “Convento de los Padres Dominicos de Santo Domingo”—, que se convirtió en un centro de espiritualidad y peregrinación.
En ese lugar, inspirado por su profunda devoción a la Pasión de Cristo, comenzó a reproducir físicamente los pasos del camino al Calvario de Jerusalén, ofreciendo a los fieles un modo de revivir de forma cercana y tangible el sufrimiento de Jesús. Este rezo del Vía Crucis se convirtió en una práctica piadosa que pronto se expandió por toda Europa, hasta convertirse en una de las devociones más universales de la Iglesia.
La fama de santidad del beato se extendió pronto. Fue consejero de reyes y nobles, pero siempre eligió la sencillez de la vida retirada y la predicación cercana al pueblo. Falleció en Córdoba en 1430, siendo enterrado en el convento de Scala Coeli, donde aún hoy se conserva su sepulcro y donde cada año numerosos fieles acuden en peregrinación.
En 1741, el papa Benedicto XIV aprobó su culto, inscribiéndolo en el martirologio con el título de Beato Álvaro de Córdoba. Su figura no solo representa el fervor espiritual de una época, sino también la capacidad de Córdoba de irradiar fe y cultura religiosa al resto del mundo.